Solamente los desinformados, y los que creen sabérselas a todas -pero que nunca terminan de rendir la última materia- se empeñan tozudamente: Los unos por sostener sus ignorancias, y los otros, en transmitir sus conocimientos como verdades dogmáticas, en lugar de tratarlas como probabilidades de efectiva aceptación y ejecución.
En mi caso particular: Acepto, reconozco, y sostengo, que nadie ha manifestado la última palabra todavía, ni tampoco expresado la última verdad revelada, porque si así llegara a ser, habría que recordarle al que se quede atrás de todos, que apague la luz y listo. Por esto es que nuestro mundo bipolar de posiciones antagónicas, dos por tres se queda sin palabras, cuando se da de narices ante sucesos, no tan fáciles ni sencillos de entender y explicar.
Dicho esto, creo estar en condiciones de manifestar algunas cuestiones, con la pretensión de expresarme lo mejor que pueda y sepa, para que mi exposición resulte lo más entendible posible, al aplicarlas al tema de nuestro interés: “El mundo del Turf”.
Primero les comento que entre nuestros SPC, tuvimos una Yegua (si, con mayúscula) adquirida desde potranca, que ni bien arribó al stud se ganó mi cariño, y con el tiempo hizo lo propio con el cuidador y sus peones, capturándoles además, el esmero y la dedicación.
De contextura mediana (450 Kg), zaina casi -casi tapada, mansa, con toda esa mansedumbre que suelen demostrar “los pingos clasudos”, y armónica desde donde la quisieras mirar, lo que obviamente la convertía en bonita, y vestida de gala en muy atractiva, con unos papeles que tampoco desentonaban en absoluto … Como acostumbro a decir: “Sangre vieja pero segura”
Con ella hicimos “todos los deberes” de la manera correcta: No nos apuramos en la doma, no nos dejamos seducir por las pollas, fuimos despacio, le dimos una carrera para que “se avive” pero cuando la medimos para iniciarla en una corta de 500… ¡Casi se nos caen las medias! ¡Con ese tiempo lo único que podemos lograr es pasar vergüenza negro, mejor no la anotes! Le sugerí a mi cuida, quien sin hacerme caso, la anotó con los perdedores de 3 años (machos y hembras) justo –y nada menos- que el día de uno de los San Jerónimo.
Derechita como una “vela” en los partidores (aunque con mis prismáticos la veía zigzaguear) ¡Largó con las chapas y se vino de un viaje nomás! Demostrándoles a quienes quisieron verla, que además de ser bonita poseía temperamento, pero por sobre todo, un orgullo y un amor propio, como para denostar cualquier tipo de incredulidad, no solamente la mía.
Se aguantó el embate de los mentados, incluso, regalando kilos sobre el lomo.
¡La puta! Esa tarde descubrí que teníamos una yegua mansa, bonita, ligera, y corajuda. O sea, lo que comenzó siendo tan solo la esperanza de un proyecto, estaba dándonos sus frutos.
Llegó entonces el momento de “estirarla”, y cuando decidimos que su apogeo entraba en la etapa de madurez, optamos por “medirla pero ahora en los 1000”… ¡Y otra vez sopa!
¿El tiempo? … “Un desastre”. Sin embargo esta vez no nos dejamos caer las medias. Y en su reemplazo nos inclinamos por la elucubración, hasta concluir que a “ésta” no le interesaba el trabajo matinal. Habiéndola visto como guapeó y con el registro que le adjudicaron (que todavía no me lo creo hoy) no fue tan difícil acordar: “Corre el día de las carreras”.
Si hasta la comparamos con otro del stud, que echaba 40 1/5 todos los días, pero en las por plata entraba 50 mts atrás del último”. La yeguita era su antítesis, una leona ligera en las carreras, comparada con el otro… un choro de los arruina patrones.
Mas hete aquí que por entonces, no solamente nosotros trabajábamos en el hipódromo con nuestros caballos. También trabajaban en “nuestro ovalo” los camiones, que iban y venían con sus cargamentos de escombros pertenecientes a la obra vecina, y cuyos choferes con esa cara “de todo me chupa un huevo” vaya a saber si aleccionados o con la veña de los responsables, descuidadamente dejaban caer sus cargas de piedras, bloques, y otros parecidos, sin pensar siquiera, en el daño que podrían llegar a infligirle a los equinos en sus labores cotidianas, y por supuesto, sin justipreciar –ni remotamente- el precio de sus torpezas.
Fue así que esta yeguita al pisar esos desperdicios, que supongo por un ahorro en el costo del traslado se desparramaron en el interior de la pista -porque falta no le hacía- Se fisuró las dos rodillas. Fuimos los primeros –no los únicos- en pagar con inexperiencia el vareo, para que todos los otros desde ahí en más, lo llevaran a cabo en el pedazo del opuesto.
Reunión urgente con el cuida y el veterinario. Y la consabida pregunta que solo le haces a quien le tenés confianza ¿Qué harías si fuera tuya? A sugerencias del conocedor, decidimos operarla. Si ya nos había demostrado “que servía”… ¿Cómo no darle una oportunidad? Esperarla, ayudarla, tratarla, empezar todo de nuevo… Porque para madre ya habría tiempo.
Al llegar a este punto del relato, entran a jugar distintos tipos de subjetividades.
Desde ¿Para qué operarla si total nunca se recuperan? Hasta ¡Es un animal signado con la mala suerte!
De hecho no acuerdo con quienes así lo interpretan, aunque en honor a la verdad, me he sentido muy tentado en decir que no ha tenido suerte, sin embargo reconocerlo sería ir en contra de mis principios, ya que creo en la búsqueda de razones con sus causas y sus efectos.
No son accidentes aquellos que se pueden evitar, y en este caso, bien que se hubiera podido. Recuperada (hablamos de meses que se cuentan de a 6 u 8) pudimos darle tres carreras en su casa, la primera para ver la reprise en la recta, y las otras dos en un tiro que no era el de ella, nada nos importaba, solo teníamos en mente que corra, se divierta, triunfe de ser posible, pero por sobre todo, que nos demuestre el orgullo recuperado -que sabemos- tiñe su sangre.
Los contratiempos habituales no se hicieron de rogar, pero dada su condición se exacerbaron.
De aquí el trato de mala suerte con que algunos quisieron –bienintencionadamente- definir las peripecias de esta yegua.
En la prueba de la recta se fue de manos en la suelta, cuestión que volvió a repetir por dos veces consecutivas en la primera de 1200. Ella… Justo ella con las dos rodillas operadas… ¿Se va a ir de manos? Urgente a ver esas rodillas, placas, veterinario, ¿reposo? ¿más meses? Después de la primera quedó todo ok. Luego de la segunda el esfuerzo repercutió en el sacro, a pararla de nuevo mientras el reloj se quedaba sin arena, pero de las rodillas ¡Bien- Gracias!
Y aquí entró a tallar algo de mi empeño que bien podría parecerse a la tozudez.
“Te voy a dar la oportunidad que te mereces” me dije y “le dije”, en mis diálogos y amurracos dentro de su box, ya que a esta altura del partido poco me importa el qué dirán, y que son públicos en el tatersal, para la comidilla de algunos y las ocurrencias de otros.
Pero el tiempo pasa para todos, y carreras en Córdoba solo hay una por mes … ¡SI - AHORA!
Y si bien es cierto que no quería retirar esta yeguita sin el cuadro “de los grandes”, tampoco quería llevarla “adentro” con 5 años de edad.
Fue en su última reprise de Córdoba que me mostró lo que tanto quería ver. Hasta los 1100 podría torerar a las de su edad y condición ¡Qué interesa como entró! Veamos ¿Cómo quedó?
Viajó a Palermo por lo particular de su recta, que aunque interminable para algunos no la exigiría para doblar. No fue esta mi apreciación -para mi doblaba corriendo- pero lo acepté.
El 31 de mayo en la última carrera y con el descargo de Robledo, haría su debut. Ese jockey fue suspendido. Buscamos al “chupino” -un particular amigo de los cordobeses- pero el día antes se cayó. Urgente busquemos monta, y esa mañana dimos con Altair que noblemente la aceptó.
Como no viajé, no escuché las sugerencias en las que por prudencia nunca infiero.
Creí que se vendría de una (por saberla golosa en las chapas) “Acordate Negro : Que no se le vaya de mano en la suelta” fue lo que le dije por teléfono un ratito antes a mi cuidador... ¡Como si él no lo supiera!
No largó como pensé y además para mi gusto la traía muy contemplada. Y ahí estaba comiéndome el televisor. “¿Qué te pasa negrita?” “¿Por qué te abrís tanto?” “¿Lo estás haciendo renegar o me parece que no querés cambiar de manos?” “Llamala ahora” le grite en los 300, como si me estuvieran escuchando.
Fue recién en los 200 que la embaló bien, como para “pasar de largo” y se paró, apenas la puso segunda ahí nomás la dejó. Terminó su carrera, y al re-entablar mi conversación con el cuida, lo embreté antes de decirle hola… “Decime Negro que la yeguita quedo bien” “Lamentablemente no”… fue la respuesta que nunca quise oír.
Después suele acontecer el mundo de las explicaciones al que tan poco afecto soy, y conociéndome -el mío las filtró- Solo me transmitió dos cuestiones que de antemano ya sabía que me interesarían, expresadas por la boca del experimentado jockey: “La embalé para definir la carrera pero sentí que aflojo la mano y la dejé segunda” y… “Arreglala y traémela”
Un surtido de placas Cordobesas sentenciaron lo que apreciabas al verla caminar: es una nueva fisura en la rodilla, o sea, otro huesito desprendido que algunos llaman quebradurita.
Solo el orgullo, su guapeza, y el amor propio le permitieron correr fisurada y entrar segunda en el marcador, su mejor posición en las manos de la pericia, y la prudencia de ese piloto.
Ya no la volvería hacer operar, por lo que no te la podremos llevar de nuevo Altair.
Su destino de madre había llegado por fin.
“¡Negro! ¿La entregaste ya?” Pregunté por teléfono. “No quiero ver cuando la carguen” le agregué, “Lo mandé al Matìas, yo me alcé para el lado de la cancha, tampoco quise ver cuando la cargaban” me respondió quien tiene la fama de ser el más agrio del tatersal local.
A pesar de este dialogo con mi cuidador. Ya me había despedido de ella, y comentado que una nueva vivencia le esperaría por su bien. Le desee que fuera una madre prolífera y le transmita a sus crías el coraje, la guapeza, el orgullo, y la velocidad que ella poseía. También le dije que hubiera deseado que trajera el cuadro grande, no por mí sino por ella, por todo lo que tuvo que sortear para llegar al hipódromo de las luces. La verdad dije… ¡Se lo merece Tatita Dios!
Si es clasuda, orgullosa, ligera, guapa, y bonita… “¿Por qué no le diste esa oportunidad Señor?”
“Total sería su primer y única actuación allá adentro”. Se había ganado con creces el tránsito por la arena palermitana, así como de culminar su paso, dentro del círculo de los vencedores.
“Mirá vos, si hasta de las palomas que allá pululan se hizo amiga” … “¿Por qué negárselo?”
“¿Te das cuenta universo, una yegua ganadora para que jerarquice a su descendencia?”
Anoche un whatapps enviado desde mi pueblo me dio la primer noticia. “Distanciaron a la que le ganó a Should Wee Dance por doping” “¿Cuándo?” … “¿Acaso la que nos ganó volvió a correr?” pregunté sin obtener respuestas. Esta mañana, con los ratones dando vueltas por mi cabeza, intrigado abrí la computadora, y me fijé en la posición del día 31-05-15.
Primer puesto Should We Dance, “mi yeguita”, “mi negra” porque ¡Andá a Gritarla vos por su nombre! Y última, la que había triunfado en la pista con el agregado de distanciamiento por doping.
Es necesario aclarar que a esta yegua la tenía en sociedad con un amigo, pero como él reside en Morteros, el trato de cada sábado se lo he dado yo, razón por la que escribo en primera persona, y además, tampoco puedo hacerlo partícipe de mis pensamientos y sentimientos que reproduzco hoy. Sin embargo cuando le conté teléfono mediante… percibí como le afectó.
“¡Después de 43 días me vine a enterar que nos dieron el primer puesto!”
En este mismo tiempo 20 veces miré el video, pero ni se me ocurrió volver a mirar el tablero de posiciones ¿Para qué?
Aquellos que hayan leído un escrito mío en esta misma web titulado “Creer o Reventar” podrán decirse ¡Epa! Y preguntarse: “¿Cómo…Otra vez?”
“Mi yeguita” o “Mi negrita” como siempre la llamé, con la que me hacía amurracos dentro del box, la que no quise ver partir prometiéndome a mí mismo visitarla en su función materna, la que no se dio el cuadro “grande”, ni abonó mis boletos y las llaves que jugué cuando corrió, la que ahora ya no está más en mi stud. Quizás me haya querido devolver, retribuir, o regalar algo … ¡Pero Andá a saber vos!... ¡Claro que tengo predilección por ganar en la cancha! ¡Si en ese lugar es donde se ven los pingos! No en los escritorios ni en el comisariato. Pero al reglamento no lo impuse yo.
Del mismo modo afirmo muy convencido -que de no romperse- no hubiera precisado nada de esto, ella por si sola se hubiera valido para darse lo único que no se dio, “ese cuadro grande” Sin embargo ¿Cómo aseverar o desmentir algo que no pasó? Más como sea, es lo que prefiero y elijo pensar.
No obstante pareciera ahora, o daría toda la sensación que -a 43 días de la carrera- me mandó un mensaje con el mismísimo Tata Dios. Y es por eso que no dejo de preguntarme si esta yegua otrora nuestra: Mi negrita, mi yeguita … “¿Me dio su última lección?”
NOTA: Cada caballo es un mundo: De alegrías y sinsabores. De tiempo y de dinero. De paciencia y convicción. De perseverancias y aceptación. Y pensar que hay quienes sostienen, que en el mundo del turf se las conocen a todas… ¡Que lo pario! ¿No?
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