Criador de caballos de carreras, raza en extinción

Criar un caballo de carrera parece algo fácil a los ojos del publico, eso es lo que se refleja al menos, dado a que todos los años a diversos remates llegan muchísimos productos en gran estado y se dispersan por todo el país. Lo que no se ve es el sacrificio y trabajo día a día por parte de los criadores y equipo de trabajo, para que esos ejemplares justo esa determinada fecha lleguen con los 10 puntos a las distintas ventas del país. El criador -raza en extinción por estos tiempos- incorpora un plantel de yeguas madres, previamente seleccionadas por su origen, campaña de pista, y por sus bondades físicas. A la par suma su padrillo al establecimiento, el que será "destapado" entre tres años y medio, y cuatro años después, lo que es una apuesta obviamente a largo plazo, y en el cual deposita su sabiduría en la elección, y su máxima esperanza de éxito. Y la lucha por sacar un crack, comienza... Generalmente el que asiste a un remate y ve que un determinado potrillo se vende a un buen precio rápidamente deduce que esto es un gran negocio, sin ver todo lo que quedó bajo tierra detrás del esplendido producto que está frente a nuestros ojos. Primero están las yeguas que no se preñan, es decir que perdieron el año. Luego las que sí se preñaron, pero que por diversos problemas abortaron. A partir del nacimiento del producto comienza la esperanza, pero este entra en el laberinto de la felicidad, pero del cual es muy difícil encontrar la salida. Primero tiene que ser lindo, después tiene que ser sano, también tiene que tener la suerte que llegue al ring de ventas, y luego tiene que encontrar un importante propietario que esté dispuesto a pagar lo que al haras o a su criador más o menos le convenga para que sea transferido. Sin dudas que el camino a recorrer es complicado de principio a fin, de ahí el espíritu de nuestra nota de remarcar el valor emocional de todos los que crían caballos de carreras, que lo hacen con el sueño de que su producto lo lleve deportivamente a la gloria, y le haga inflar el pecho de orgullo. La brusca reducción del Haras La Quebrada, símbolo de los argentinos frente al mundo turfístico, y la que se viene de La Biznaga, otro monstruo sagrado del turf nacional golpea duro a la raza de criadores de nuestro turf y a la actividad en general. Seguramente otros entusiastas se abrirán caminos en la actividad, dado a que si está el que se va, también está el que llega. Pero vale remarcar que para ser criador de caballos de carrera tenes que tener estirpe, también "espalda", y más que todo pasión por los pura sangre en un negocio que de fácil no tiene nada.